lunes, 12 de julio de 2010

Vencimos en la batalla más sangrienta (Holanda 0-1 España)


Somos campeones del mundo. La selección española, la de fútbol, la que siempre vio a las grandes selecciones un escalón por encima, la que nunca tuvo la calidad, o la suerte, de conseguir lo que en todos los deportes se ha conseguido, se coronó ayer reina del planeta. El mundo entero, además de reconocernos campeones, quedó asombrado con el juego de España en un Mundial en el que somos los justos vencedores, a pesar de la actuación de Webb, el árbitro de la final, que fue la pura vergüenza de un partido en el que solo nosotros quisimos jugar al fútbol. Todo lo demás fueron fallos y lucha libre. Aunque, para vergüenza, el juego de Holanda. Una selección que, habiendo perdido dos finales anteriormente, siempre se había caracterizado por tratar el balón con el máximo cariño y conseguir los buenos resultados con el fútbol bello como receta infalible. Rectifico hoy, por lo que dije de que un Holanda - España era la final más justa. El Mundial debió haber acabado en aquella semifinal con Alemania, donde los teutones, pese a la derrota, quisieron jugar al fútbol, aunque no pudieron.

Lo que fue el encuentro podría resumirse en una historia muy sencilla: once guerreros lucharon por un objetivo sin hacer daño a nadie y se vieron trabados por la violencia de un ejército naranja que no buscó ese objetivo. Mejor dicho, lo buscó, pero no sin antes matar a los once primeros guerreros. Algo así pasó ayer. Solo hay que fijarse en la ¿entrada? de De Jong a Xabi Alonso que pudo haberlo dejado en el sitio. Una locura lo de una Holanda desconocida que solo buscó destruir a España para aprovechar algún error defensivo y hacerse con una copa que, de habérsela llevado, hubiese sido la final más injusta de la historia del fútbol. Para colmo, Sneijder tiene la cara dura de decir que el colegiado les robó el partido. ¿Se puede demostrar más mal perder e impotencia?

Ahora, recuerdo la portada del diario Marca del 28 de junio de 2006, un día después de que Francia nos apeara del Mundial de Alemania sin llegar ni siquiera a los cuartos de final. En aquel titular aparecía la foto de un niño español llorando, a la que acompañaba una frase que decía: "No llores. Tenemos equipo y volveremos". Y efectivamente, así fue. Primero con la Eurocopa, y más tarde esta copa del mundo de la que creía que nunca seríamos vencedores. Si esto no se repite, podré decir que yo pertenezco a la generación que vi jugar a la mejor generación -valga la redundancia- de futbolistas españoles de la historia. Que al igual que vi a Al Gandhour robarnos en 2002 o a Portugal eliminarnos en la fase de grupos de la Euro 2004, yo presencié la doble victoria española, en Europa y en el mundo. Y ahora, que siga la fiesta, que somos campeones. Por fin hemos vengado el codazo de Tasotti, o los fallos de Cardeñosa y de Salinas. O, como he dicho antes, el escándalo de Corea, y todo esto lo hemos vengado al ritmo de un derechazo de un hombrecillo de Fuentealbilla que soñó desde niño con esto, y que ayer se convirtió en realidad. Un derechazo que toda España gritó al unísono y que desató el júbilo de más de cuarenta millones de personas. Nuestra primera estrella ya duerme sobre el escudo de nuestro país.

2 comentarios:

  1. campeones, que mas que felicitarlos, me generan una sana envidia debo reconocerlo, un saludo

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  2. Y tan sangrienta!!! Madre mia...

    Al final, gracias a Dios, se impuso el futbol y la lógica, porque esta Selección es lo más grande que yo he visto nunca.

    Somos campeones!!!

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