Es una necedad hablar del tema, pues cualquier persona con ojos es consciente de lo que ocurre, pero tengo que hacerlo. Me obliga mi amor por lo bueno, concretamente por el fútbol, y más si éste es bueno, valga la redundancia. Nunca vi nada igual. Sólo tengo la curiosidad de saber qué pensaba Arsene Wenger cuando, mientras su equipo jugaba un muy buen partido -sobre todo en la primera mitad- en el Nou Camp, Messi le destrozaba todos sus planes al ritmo de goles antológicos. Un zurdazo imparable, una definición perfecta a una magnífica jugada colectiva, un robo de balón y una vaselina de ensueño y una auténtica burla a los defensores gunners que acabó en el cuarto. Eso es lo que ha hecho Messi, aparte de echarse a su equipo a las espaldas de una manera brutal. Es lo mejor que he visto nunca, y eso que pensaba que no vería nada superior a Zidane y Ronaldinho. No puede ser una persona. Es el rey. Sigue reventando récords y le espera la mejor carrera futbolística jamás vivida. Es una locura, lo que cualquier niño desearía ser. Los sueños que todos ellos dibujan en las calles o en un descampado se hacen realidad en una única persona. El mundo se rinde a lo que hoy día es una evidencia. Messi es el mejor, le pese a quien le pese. Ahora al Barça sólo le queda rematar la faena, ganar tres partidos y coronarse campeón en el Bernabéu. La que se puede liar es pequeña. Mi más sincera enhorabuena a todos los seguidores de este monstruo llamado Fútbol Club Barcelona.
Así, el Barça ya espera a un Inter al que tiene tomada la medida esta temporada... y la vuelta en casa, una vez más.
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